LA GLORIA DE DIOS EN VENEZUELA

LA GLORIA DE DIOS EN VENEZUELA
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MILAGROS EN CARACAS

AVIVAMIENTO ES SHEKINAH OAXACA

10 de abril de 2009
LO QUE SUFRIO POR MI
El sudor de sangre
Es uno de los tormentos más crueles que haya inventado el ser humano pues el condenado moría después de una lenta y espantosa asfixia, ya que al tener el crucificado sus brazos estirados y en tensión, los músculos del pecho conservaban el aire dentro de los pulmones y le impedían expulsarlo. Y de ese modo sufría un ahogo progresivo, como si lo hubieran ido estrangulando poco a poco. Pero la crucifixión no fue el único suplicio que padeció Jesús. Sus sufrimientos comenzaron un rato antes de ser arrestado, en el huerto de Getsemaní. En ese momento sufrió una fuerte crisis emocional que le provocó el trastorno llamado "sudor de sangre". Este fenómeno, documentado en la literatura médica, se llama "hematohidrosis". Cuando una persona se encuentra abrumada por la angustia, el miedo, o cualquier otra emoción muy fuerte, los vasos capilares se dilatan, y expulsan pequeñas gotas de sangre que suben hacia las glándulas sudorales; una vez allí, la sangre se mezcla con el sudor, y luego en forma de transpiración sale hacia el exterior a través de los poros.
Luego vino el arresto.
Fue llevado con rudeza a la casa de Anás, que era el suegro del Sumo Sacerdote Caifás, y luego de un breve interrogatorio lo dejaron prisionero con un grupo de guardias.A la mañana siguiente el gobernador Poncio Pilato lo condenó a muerte. Pero previamente, como era costumbre entre los romanos, lo hizo flagelar. El instrumento utilizado para azotarlo era el "flagrum", compuesto de un mango corto de madera, del que salían dos o tres correas de cuero de unos 50 cm de largo, y en cuyas puntas había dos bolitas de plomo. ¿Cuántos latigazos recibió Jesús? Las autoridades judías solían castigar a los malhechores con un máximo de 39 azotes. Pero Jesús fue flagelado por los romanos, que no limitaban los golpes, por lo que sus verdugos debieron de golpearlo hasta que se cansaron.
La corona de espinas
Luego de la flagelación, los soldados romanos le pusieron a Jesús una corona de espinas en la cabeza. Ésta no consistía en un simple aro alrededor de la sien, como suele verse en nuestros crucifijos, sino en un verdadero casco que recubría toda la parte superior de la cabeza, ya que ésa era la forma de las coronas orientales del siglo I. Podemos, pues, imaginar la tortura producida por las decenas de agudísimas puntas penetrando en toda su cabeza, algunas de las cuales alcanzarían inclusive a llegar a los mismos huesos del cráneo. Por lo tanto, el sufrimiento de tal coronación lo acompañó hasta el momento de su muerte. Camino al calvario
Luego le cargaron a Jesús el palo horizontal de la cruz, (de unos 40 kilos de peso), y se lo ataron a las muñecas y a los brazos. Mientras tanto, el palo vertical aguardaba ya clavado en el lugar de la ejecución. El trayecto recorrido por Jesús desde el Pretorio de Pilato (donde se dictó la sentencia de muerte) hasta el Gólgota (lugar donde lo crucificaron) fue de unos 500 metros.
Semejante esfuerzo debilitó tanto al Señor que, según cuentan los tres evangelios, los soldados tuvieron que obligar a un hombre que volvía de sus trabajos del campo, llamado Simón de Cirene, para que lo ayudara con la cruz. La crucifixión
Llegados al lugar del tormento, los Evangelios sólo dicen: "Y lo crucificaron". Nada más. Había dos maneras de crucificar a un condenado: atándole los brazos con cuerdas, o clavándolo con clavos. Jesús fue crucificado con clavos. Los clavos no se introducían en las palmas de las manos porque éstas no habría soportado el peso del cuerpo. Se colocaba el clavo en el pulso donde un conglomerado de huesos permitían sostener un peso grande. Y ahí fue donde lo clavaron.
Cuando las muñecas de Jesús quedaron sujetas al palo horizontal, lo alzaron y ensamblaron sobre la estaca vertical. Una vez así colgado, le clavaron los pies. La operación era tan sencilla que bastaba un solo golpe de martillo. Pero el dolor que provocaba era terrible.Así, el tiempo que duraba la vida de un crucificado dependía de cuánto resistía en esta tarea de levantarse para respirar y volverse a abatir. Por eso, cuando se quería que un condenado muriera rápidamente, le quebraban las piernas.
Sangre y agua del costado
El gran agotamiento físico que tenía Jesús hizo que su agonía no durara mucho tiempo. Sólo tres horas. Así cuando una delegación judía fue a pedirle a Pilato que les quebrara las piernas a los tres crucificados para que murieran rápido y pudieran retirar sus cuerpos (pues iba a comenzar la fiesta del sábado y no querían que semejante espectáculo afeara su celebración), los soldados sólo les quebraron las piernas a los dos ladrones. A Jesús no hizo falta, porque ya estaba muerto. San Juan agrega que un guardia, para cerciorarse de la muerte de Jesús, le atravesó el costado con una lanza, "y al instante salió sangre y agua". Con este último detalle los Evangelios cierran el relato de la crucifixión del Señor.